Y no de forma oculta ni marginal. Lo hacían amparados por anuncios en la tele, recomendaciones de farmacias y esloganes que convertían el alcohol en algo saludable. En el centro de todo eso estaban los vinos quinados.
¿Qué eran los vinos quinados?
Los vinos quinados eran vinos a los que se añadía quinina (el principio activo de la corteza de quina), junto con otras sustancias aromáticas y, por supuesto, más alcohol. La quinina tenía fama de tónico reconstituyente, estimulante del apetito, y en algunos casos, incluso de medicamento para combatir la debilidad infantil, la anemia y la inapetencia.
Este tipo de vino no era una extravagancia local: surgieron a finales del siglo XIX como parte de una corriente global de "vinos medicinales". En Francia, Italia y Alemania tenían versiones similares. Pero en España, los vinos quinados adquirieron una identidad única, a medio camino entre lo terapéutico y lo merendil.
El alcohol como parte de la merienda
Hasta bien entrada la década de los setenta, era común escuchar frases como "dale pan con vino, que da fuerza" o "que pruebe un sorbito, por un poquito no pasa nada". Y en ese contexto se popularizaron productos como Quina Santa Catalina, Kina San Clemente, Sansón o Quina Montserrat.
Estas marcas se vendían como vinos medicinales. Se publicitaban como fuente de energía para niños y mayores, con anuncios en la radio, revistas y televisión. Muchas veces con dibujos animados o niños sonrientes en la etiqueta. El mensaje era claro: un par de copitas al día hacían bien.
Publicidad para menores
Ningún producto llevó esta idea tan lejos como Kina San Clemente, que protagonizó una de las campañas más surrealistas de la historia publicitaria española. Su personaje estrella fue Kinito, un niño de voz aflautada que vestía distintos disfraces (torero, colegial, tuno...) y proclamaba con entusiasmo: "¡Da unas ganas de comerrrrr!".
Kinito era, literalmente, un niño feliz y ligeramente borracho. En los anuncios aparecía brindando, tambaleándose o incluso con hipo. No era una parodia. Era un modelo de consumo infantil para un vino de 13 a 15 grados de alcohol.
El personaje se volvió tan popular que ganó una encuesta nacional de la Feria del Juguete como el personaje favorito de los niños. Su merchandising incluía pegatinas, camisetas y hasta recortables. Pero su fama duró poco: el Ministerio de Gobernación acabó retirándolo al considerarlo un "riesgo social".
Hoy nos escandalizaríamos
Mirado con los ojos actuales, resulta casi impensable. Pero en aquella época, la publicidad simplemente reflejaba una normalidad social. Nadie se escandalizaba porque un niño se bebiera un dedito de vino en una celebración o mojara pan en el vaso del padre. Tampoco por ver botellas con dibujos infantiles en el supermercado.
Y, sin embargo, el daño potencial era real. El alcohol afecta al sistema nervioso en desarrollo, incluso en pequeñas dosis. La pediatra Amalia Arce, experta en salud digital infantil, asegura que "normalizar su consumo en la infancia incrementa el riesgo de adicción en la vida adulta".
Afortunadamente, el conocimiento sobre estos efectos ha crecido, y hoy día ningún producto alcohólico puede anunciarse como beneficioso para niños ni utilizar imágenes infantiles en su marketing.
El declive y la transformación del vino quinado
Con el cambio de mentalidad social, el aumento del control sanitario y las restricciones en la publicidad de bebidas alcohólicas, los vinos quinados fueron perdiendo presencia. Muchas marcas desaparecieron, y otras sobrevivieron cambiando su enfoque.
Bodegas Málaga Virgen, por ejemplo, sigue elaborando Kina San Clemente, pero ahora dirigida a un público adulto. Su gerente, Didier Bricout, explica que la bebida se ha mantenido gracias al consumo fiel de personas mayores, que la toman por nostalgia o como digestivo. En algunas residencias, incluso forma parte del menú.
El famoso lema "da unas ganas de comerrrr" aún aparece en la contraetiqueta, aunque Kinito ha pasado a segundo plano. Hoy, la bebida se percibe como una curiosidad retro, una herencia gustativa con un toque de humor involuntario.
El mito de los vinos "viagrosos"
Otra de las razones por las que algunos vinos quinados siguen vendiéndose es su supuesta capacidad "estimulante" para adultos mayores. El extracto de quinina tiene efectos vasodilatadores y circulatorios, lo que ha alimentado la leyenda de que estos vinos son buenos para el vigor sexual. No hay estudios científicos que lo respalden, pero la creencia popular persiste.
Muchos consumidores habituales los toman antes de comer para abrir el apetito o como energizante suave. En cualquier caso, su consumo es ahora limitado y anecdótico, muy alejado de la masividad de los años 50 y 60.
El lado cultural de una costumbre extinta
A pesar de lo cuestionable de su historia, los vinos quinados forman parte del patrimonio emocional de varias generaciones. Aparecían en tebeos, en meriendas, en sobremesas y en ferias. Eran parte del paisaje cotidiano. Incluso hoy, su sola mención provoca sonrisas o anécdotas familiares.
El personaje de Kinito es recordado por muchos como el símbolo de una infancia en la que todo era distinto, para bien y para mal. Su legado cultural es comparable al del Cola Cao, las pipas Facundo o los bocadillos de Nocilla.
El vino quinado hoy: entre el revival y el culto
En la actualidad, algunos bares retro y tiendas gourmet han recuperado los vinos quinados como curiosidad nostálgica. Se sirven en copitas pequeñas, como digestivo, o se incorporan a cócteles que buscan rescatar sabores antiguos.
También hay quienes exploran su potencial gastronómico: armonía con postres, quesos curados, foie o incluso chocolate negro. Como aperitivo alternativo, tiene un perfil único: dulce, especiado y con un punto amargo muy característico.
Los vinos quinados representan un capítulo de la historia de nuestro país. Una etapa donde la línea entre alimento, medicina y entretenimiento era difusa. Donde los niños podían ser imagen de un vino y nadie lo encontraba raro. Hoy, esos anuncios serían escándalo nacional.