Pero un reciente hallazgo de científicos chilenos sugiere que el intestino también tiene algo que decir. Y no de forma metafórica: estamos hablando, literalmente, de las bacterias que viven en él.
Investigadores de la Universidad del Desarrollo, la Universidad de los Andes y la Universidad de Chile han identificado un nuevo actor en la biología de las adicciones: la microbiota intestinal. Más aún, han demostrado que las vesículas extracelulares liberadas por estas bacterias pueden alterar comportamientos de consumo de alcohol. Este descubrimiento, publicado en la revista Journal of Extracellular Vesicles, podría cambiar por completo la forma en que entendemos y tratamos el alcoholismo.
El intestino y el cerebro: un diálogo constante
Desde hace algunos años, la ciencia ha revelado que el intestino y el cerebro mantienen una comunicación estrecha y bidireccional a través del llamado eje intestino-cerebro. Las bacterias que habitan en nuestro sistema digestivo no solo influyen en la digestión y el sistema inmune, también interactúan con neurotransmisores, hormonas y señales nerviosas que afectan nuestro comportamiento, nuestras emociones y, según esta nueva evidencia, incluso nuestras adicciones.
¿Qué papel juegan las bacterias en la adicción al alcohol?
La investigación chilena se centró en un componente clave: las vesículas extracelulares bacterianas (bEVs). Estas son diminutas partículas liberadas naturalmente por las bacterias intestinales, capaces de transportar proteínas, lípidos y material genético. Su función principal es comunicar información entre las bacterias y el cuerpo humano.
En un modelo animal, los investigadores aislaron estas vesículas a partir de ratas con alta preferencia por el alcohol. Luego, las administraron a ratas abstemias. ¿El resultado? Las ratas que antes evitaban el alcohol comenzaron a consumirlo voluntariamente, y en cantidades comparables a las de las ratas alcohólicas.
Este hallazgo sugiere que el alcoholismo no es solo una cuestión de voluntad, genética o entorno, sino también de microbiota. Es decir, fragmentos de bacterias pueden inducir —o al menos fomentar— una conducta adictiva.
El papel del nervio vago
Uno de los descubrimientos más llamativos del estudio fue que esta comunicación entre microbiota y cerebro se produce a través del nervio vago, el más largo del cuerpo y una de las principales autopistas de señalización entre el intestino y el sistema nervioso central.
Cuando los investigadores cortaron el nervio vago en las ratas del experimento, el efecto de las bEVs desapareció por completo. Es decir, sin ese canal de comunicación, el impulso al consumo de alcohol inducido por las bacterias dejó de manifestarse.
Esto demuestra, con fuerza, que el vínculo entre microbiota y conducta adictiva es biológicamente real y dependiente de mecanismos específicos.
¿Podría ser el alcoholismo una enfermedad transmisible?
Aunque pueda sonar provocador, una de las conclusiones más disruptivas de este estudio es que el alcoholismo podría tener una componente “transmisible”, al menos a nivel biológico. Si ciertos componentes de la microbiota pueden inducir comportamientos adictivos, y si dicha microbiota es heredable o puede ser alterada por el entorno, entonces el riesgo de desarrollar alcoholismo podría “transferirse” entre individuos vía la microbiota, no solo por hábitos o genética.
Incluso se ha detectado la presencia de estas vesículas extracelulares en el líquido amniótico, lo que abre la puerta a una posible predisposición prenatal al consumo problemático de alcohol. Una afirmación fuerte, pero que subraya la relevancia de esta línea de investigación para la salud pública.
¿Y ahora qué?
Si bien se trata de estudios preclínicos, los resultados son tan contundentes que ya se vislumbran varias aplicaciones prácticas y terapéuticas:
*Diseño de nuevos tratamientos: a futuro, se podrían crear terapias que modulen la microbiota intestinal para prevenir o reducir la adicción al alcohol.
*Prevención desde la infancia (e incluso antes): cuidar la microbiota desde etapas tempranas podría ser una estrategia para disminuir el riesgo de consumo problemático.
*Complemento a tratamientos existentes: no se trataría de reemplazar psicoterapia o farmacología, sino de potenciar su eficacia con intervenciones dirigidas al intestino.
Además, este estudio invita a repensar el papel de la alimentación y el estilo de vida en la prevención de enfermedades mentales y adictivas. Una dieta equilibrada, rica en fibra, fermentados y prebióticos, junto con ejercicio físico y buen descanso, puede favorecer una microbiota sana, y con ello, una mejor salud mental y emocional.
La motivación detrás de este estudio no es meramente científica. En Chile, según el Observatorio Chileno de Drogas, el 32,2% de la población tiene un consumo problemático de alcohol. El país se enfrenta a una verdadera crisis de salud pública relacionada con esta sustancia, que a menudo se trivializa o normaliza en el día a día.
Peor aún, no existe una cura definitiva ni tratamientos 100% eficaces para el alcoholismo, lo que hace urgente la búsqueda de nuevos enfoques. Este hallazgo ofrece un rayo de esperanza.
“Este es un primer paso para considerar a la microbiota intestinal como un objetivo terapéutico viable”, señala el Dr. Fernando Ezquer, líder del equipo de investigación del Centro de Medicina Regenerativa de la UDD.
¿Podrían otras adicciones estar influenciadas por la microbiota?
Los investigadores son cautelosos al extrapolar sus hallazgos, pero no descartan que otras formas de adicción —como al tabaco, las drogas o incluso el juego— también puedan estar influenciadas por componentes microbiológicos.
El objetivo ahora es profundizar en cómo estas vesículas extracelulares interactúan con el sistema nervioso, y replicar el fenómeno en modelos humanos, utilizando muestras de pacientes con trastornos por consumo de alcohol.
Este descubrimiento representa un giro radical en la comprensión del alcoholismo. Ya no se trata solo de una debilidad de carácter, un problema social o un desbalance neuroquímico: el intestino, y más específicamente, las bacterias que lo habitan, también tienen voz en esta historia.
Y si el origen del problema incluye algo tan moldeable como la microbiota, también lo puede incluir su solución. Con cambios en la dieta, con terapias personalizadas y con una mirada más integral del cuerpo humano, podemos abrir la puerta a una nueva forma de combatir las adicciones: desde el intestino hacia el cerebro.