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La dulce historia de los Pastéis de Belém y dónde probarlos en Portugal

Desde la Praça da Figueira de Lisboa parte el tranvía número 15, que serpentea por la ciudad hasta llegar al barrio de Belém, en la ribera del Tajo.

Publicado por:
Ana Gómez González

Para muchos viajeros, este trayecto no es solo un recorrido urbano: es la ruta hacia uno de los grandes templos de la repostería mundial. Al final del camino espera la mítica fábrica de los Pastéis de Belém, un lugar donde la tradición, la historia y el misterio se combinan para dar vida a uno de los bocados más emblemáticos de Portugal.

El origen conventual de una leyenda dulce

Los Pastéis de Belém tienen forma de pequeñas tartaletas de hojaldre rellenas de una crema suave, elaborada con yema de huevo, leche y azúcar. Son sencillos en apariencia, pero esconden siglos de historia. Su nacimiento se remonta al inicio del siglo XIX, cuando Portugal vivió una etapa convulsa.

En 1820 estalló la Revolución Liberal, que entre muchas consecuencias provocó el cierre de conventos y monasterios. Los religiosos que vivían de la vida monástica se encontraron de repente sin sustento. Uno de ellos, en Belém, buscó una solución ingeniosa: aprovechar el saber repostero conventual y vender dulces en un pequeño comercio vinculado a una refinería de caña de azúcar de la zona.

Ese primer intento de supervivencia acabó sembrando la semilla de un imperio gastronómico. En 1834, el negocio ya estaba en marcha. Tres años más tarde, en 1837, aquel emprendedor vendió la receta y el establecimiento a Domingos Rafael Alves, un comerciante portugués que había regresado de Brasil. Desde entonces, la fábrica de Belém ha permanecido en manos de su familia, que ha sabido custodiar el secreto y expandir el negocio hasta convertirlo en un icono nacional.

Hoy en día, bajo la dirección de Miguel Clarinha, la casa llega a producir hasta 20.000 unidades de pastéis en un solo día, atendiendo a una clientela que incluye a turistas, lisboetas y amantes de la buena mesa de todo el mundo.

El secreto mejor guardado de Lisboa

Si algo diferencia a los Pastéis de Belém de otros dulces similares es su receta secreta. En un mundo donde todo parece filtrarse y difundirse con rapidez, resulta casi increíble que, tras dos siglos, el misterio siga intacto.

Solo seis personas conocen la fórmula exacta: tres miembros de la familia propietaria y tres maestros pasteleros responsables de la producción. Para entrar en este círculo de confianza hay que firmar un contrato de confidencialidad en la famosa “Oficina do Segredo”, un nombre que parece sacado de una novela pero que existe de verdad.

De los ingredientes solo se sabe lo básico: hojaldre, azúcar, leche y yema de huevo. También se comenta que el horneado se realiza a 400 grados, lo que contribuye a la textura crujiente de la base y al ligero tostado de la crema. Todo lo demás permanece bajo llave.

Este halo de misterio, lejos de ser un simple truco de marketing, forma parte del encanto. Al igual que sucede con la receta de la Coca-Cola o la fórmula de algunas cervezas centenarias, el secreto es tan valioso como el propio producto.

Pastéis de Belém vs. pastéis de nata

Si bien los Pastéis de Belém son únicos, en el resto de Portugal abundan los llamados pastéis de nata, dulces muy similares que buscan recrear la misma magia. La diferencia principal está en el nombre: por respeto a la marca registrada, solo los elaborados en la casa de Belém pueden llevar oficialmente esa denominación.

Esto no ha impedido que el pastel de nata se convierta en uno de los símbolos de la gastronomía portuguesa. Se encuentran en casi todas las pastelerías del país, desde Oporto hasta el Algarve, y cada una aporta un matiz diferente en la textura del hojaldre, la cremosidad del relleno o el grado de caramelización de la superficie.

En 2012 incluso surgió la cadena Nata Lisboa, fundada por el publicista Carlos Campos, con el lema “The World Needs Nata” (“El mundo necesita nata”). Con un enfoque de marketing contemporáneo, la marca abrió más de 30 locales entre Portugal y Europa, demostrando que este pequeño pastel tenía potencial para conquistar mercados internacionales.

Además, Lisboa organiza cada año un concurso para elegir el mejor pastel de nata de la ciudad. En la edición de 2018, por ejemplo, el primer premio se lo llevó la casa Mercado do Peixe, seguida de Fidalgo’s y la Pastelaria Batalha. La fábrica de Belém, por supuesto, no participa: su prestigio y sus colas kilométricas hablan por sí mismos.

La experiencia de comer un Pastel de Belém

Más allá del sabor, degustar un pastel de Belém en su lugar de origen es una experiencia. No se trata solo de probar un dulce: es un ritual que involucra los sentidos y el contexto.

Lo ideal es comerlo recién salido del horno, cuando el hojaldre aún está crujiente y la crema conserva su ligereza. Se sirve caliente, acompañado de azúcar glas y canela en polvo, que cada comensal espolvorea a su gusto.

El entorno también influye: sentarse en las mesas de la fábrica, rodeado de azulejos típicos, o en los jardines cercanos con vistas al Tajo, añade un plus al momento. Es una pausa que conecta tradición, paisaje y gastronomía en un mismo instante.

Dónde comer buenos pastéis en Portugal

Aunque el epicentro es Belém, Portugal está lleno de pastelerías que preparan excelentes versiones de este dulce. Para quienes quieran recorrer el país de pastel en pastel, aquí va una selección:

➡️Manteigaria (Lisboa y Oporto): rival directo de Belém en fama, esta cadena ha conquistado a locales y turistas con un hojaldre extra crujiente y una crema muy equilibrada. Su local en el Time Out Market de Lisboa es una parada obligada.
➡️Pastelaria Aloma (Lisboa): ganadora en varias ediciones del concurso “Mejor Pastel de Nata de Lisboa”. Su receta destaca por el equilibrio entre dulzor y textura cremosa.
➡️Confeitaria Nacional (Lisboa): una de las pastelerías más antiguas de Portugal, fundada en 1829. Aunque es famosa por sus bolos-rei en Navidad, también ofrece pastéis de nata de excelente calidad.
➡️Fábrica da Nata (Lisboa y Oporto): local moderno que pone el pastel en el centro de su propuesta, con obradores a la vista para que los clientes vean el proceso en directo.
➡️Nata Lisboa (varias ciudades): ideal para comprobar cómo se adapta el pastel a un concepto de franquicia internacional. Sus tiendas mantienen una estética homogénea y un sabor bastante fiel al original.
➡️Pastelaria Versailles (Lisboa): joya histórica con decoración art déco, donde los pastéis comparten protagonismo con otros clásicos de la repostería lusa.
➡️Majestic Café (Oporto): más conocido por su café literario y su aire Belle Époque, también sirve pastéis de nata que vale la pena acompañar con un espresso.
➡️Confeitaria do Bolhão (Oporto): tradicional, concurrida y con un pastel de nata que refleja la esencia del norte de Portugal.
➡️Pastelaria Suíça (Lisboa, aunque ahora cerrada su histórica sede en Rossio): durante décadas fue punto de referencia para probar uno de los mejores pastéis de la ciudad.

Con esta ruta, el viajero puede comparar estilos y versiones, descubriendo que, aunque todos son parientes, cada pastel tiene su propia personalidad.

Más allá del dulce: Belém y sus tesoros

Visitar Belém no se limita a los pastéis. En este barrio se concentran algunos de los monumentos más importantes de Portugal:

➡️El Monasterio de los Jerónimos, joya del estilo manuelino y Patrimonio de la Humanidad.
➡️La Torre de Belém, que en su día protegió la entrada al puerto y más tarde sirvió como prisión.
➡️El Monumento a los Descubrimientos, homenaje a los navegantes que expandieron el mundo conocido en el siglo XV y XVI.

Un buen plan es combinar estas visitas con un almuerzo de sardinas a la brasa o una caldeirada de bacalao, rematado, claro está, con un pastel recién hecho en la fábrica de Belém.