Un lugar idóneo para el evento, donde disfrutamos de buena gastronomía para acompañar a los albariños. Y es que la añada 2024 de Rías Baixas llega para dejar huella.
Técnica, exigencia y una calificación excelente
No se llega al calificativo de “excelente” por intuición ni por marketing. Detrás de esta evaluación hay ciencia, datos y una metodología minuciosa. El Consejo Regulador sometió a cata y análisis fisicoquímico 600 muestras, representando casi la mitad de toda la producción vinificada: más de 14 millones de litros. Participaron 128 bodegas, con vinos que pasaron por controles exigentes que verifican desde su acidez y estructura, hasta la expresión aromática, la tipicidad varietal y el equilibrio en boca.
La uva, a pesar de un año agrícola complejo con mildiu, heladas y granizo, llegó sana y con una calidad más que notable. El ciclo vegetativo se completó con éxito y la vendimia, aunque un 16% menor en volumen que en otras campañas, ofreció frutos concentrados, con potencial y energía.
El resultado son vinos que, aún en su juventud, ya muestran perfiles marcados por la frescura, la intensidad aromática y una acidez vibrante. El Consejo los define como estructurados, persistentes, cítricos, florales y con gran capacidad de guarda. Y en copa, lo confirman.
Bodegas presentes: tradición, innovación y diversidad
Uno de los elementos más destacados del evento fue la participación de una amplia variedad de bodegas. Desde casas históricas hasta proyectos más jóvenes y experimentales, todos ellos representando el alma diversa de esta denominación gallega.
Entre los nombres que compartieron sus vinos estaban clásicos como:
Martín Códax, uno de los embajadores más conocidos de albariño en el mundo.
Pazo de Señoráns, con sus vinos de guarda reconocidos por su elegancia.
Terras Gauda, que siempre sorprende con su perfil robusto y gastronómico.
Pazo Cilleiro, que presentó un blanco expresivo y muy definido.
Altos de Torona Rosal, con un albariño de perfil floral, muy atractivo.
Lagar de Cervera, conocido por su equilibrio y fineza en boca.
Bouza do Rei, con una propuesta clásica, bien trabajada y directa.
También participaron nombres como Valmiñor, Fillaboa, Santiago Ruiz, Aquitania, Pablo Padín, Eidosela, Palacio de Fefiñanes, Castro Martín, Aguiuncho, y muchos más, dando una idea clara de la riqueza y pluralidad que ofrece Rías Baixas hoy día.
Un menú que estuvo a la altura
La presentación no se limitó exclusivamente a catar los albariños. El menú diseñado para acompañar los vinos fue uno de los puntos más logrados del evento.
Arrancamos con una selección de bocados fríos y templados entre los que destacaron el jamón de bellota 100% ibérico DOP Los Pedroches, que estableció un contraste delicioso con la acidez del albariño. Una combinación inesperada, pero sorprendentemente armónica. El steak tartar, por su parte, ofrecía una textura y punto de sazón que exigían un vino con buena estructura, y muchos de los vinos presentes cumplieron perfectamente.
El pulpo con queso San Simón y las vieiras de Cambados estilo Gonzaba eran ya casi una declaración de territorio: mar, brasa y producto gallego bien tratado. El tiradito de lubina salvaje con centolla del Atlántico aportaba un guiño internacional sin salir del sabor atlántico. Todos estos bocados fueron servidos en una fase más distendida donde pudimos charlar todos, pensada para descubrir las primeras copas sin prisas.
Luego pasamos al comedor para disfrutar de los platos principales. El puerro al carbón con tartar de langosta gallega sobre crema de carabineros fue, personalmente, uno de los platos más finos del día. La combinación entre vegetal, crustáceo y mar intensificado por la crema fue perfecta para los albariños con mayor volumen en boca, especialmente aquellos fermentados sobre lías.
Le siguió un rodaballo salvaje sobre arroz al fumet marino que pedía a gritos un blanco con acidez viva, pero también con untuosidad y longitud. Ahí es donde brillaron las elaboraciones con algo de crianza.
El broche fue dulce y rotundo: filloa rellena de crema pastelera y chocolate negro, un guiño gallego en forma de postre. Y aunque los vinos blancos secos no suelen ser el maridaje más evidente para postres, algunos albariños más glicéricos y evolucionados aguantaron el tipo.
En resumen: un menú sabroso y diseñado no para destacar por sí mismo, sino para amplificar la experiencia del vino.
El mensaje del Consejo Regulador fue claro durante toda la jornada
El vino no es solo un producto de consumo, es una manifestación cultural. “Defendemos que el vino siga siendo considerado un alimento, y sobre todo, un patrimonio cultural vivo”, dijo Ramón Huidobro durante su intervención.
En un contexto global donde el sector vitivinícola se enfrenta a retos como la presión fiscal, los cambios normativos, la competencia internacional y los hábitos de consumo inestables, Rías Baixas apuesta por su autenticidad, por el producto bien hecho, y por una comunicación clara y sin artificios.
Esta añada 2024 no es solo el resultado de un buen año climático (con sus dificultades), sino la demostración de que una región pequeña en extensión puede tener una voz muy fuerte cuando se trabaja con honestidad y con una visión compartida.
El futuro del albariño: juventud o madurez
Si bien el perfil joven, directo y aromático del albariño es la carta de presentación de la mayoría de bodegas, cada vez hay más voces que piden dejar madurar estos vinos, explorar su capacidad de envejecimiento, de evolución. Muchos de los albariños catados en la presentación tienen esa capacidad latente. Solo necesitan paciencia, y tal vez una mayor apuesta por parte del mercado y la distribución.
Rías Baixas tiene todo para ofrecer blancos con longevidad, profundidad y narrativa. Y si el futuro de la D.O. pasa por seguir cultivando la excelencia, no hay duda de que ese camino también incluye mirar hacia vinos más complejos y duraderos.