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Armenia: un viaje al origen más antiguo del vino

Cuando pensamos en vino, normalmente nos vienen a la mente los viñedos de Francia, Italia o España.

Publicado por:
Ana Gómez González

 Pero muy pocos saben que el verdadero origen de la vid domesticada, la Vitis vinifera, se encuentra más al este, en el corazón del Cáucaso. Allí, en Armenia, el ser humano cultiva uvas desde hace más de 8.000 años.

En esta tierra montañosa, las tradiciones milenarias conviven con una biodiversidad extraordinaria. La relación entre las personas y la vid ha sido profunda y constante: no solo agrícola, sino también espiritual, cultural y científica. Hoy, gracias a investigaciones arqueológicas, estudios genéticos y conocimientos ancestrales, Armenia se posiciona como un eslabón clave en la historia del vino.

Del mito de Noé a las pruebas científicas

Cuenta la Biblia que Noé plantó la primera vid al bajar del arca, justo en el monte Ararat. Por mucho tiempo fue solo un relato simbólico. Sin embargo, descubrimientos recientes en la cueva Areni-1, al sur del país, le han dado un nuevo sentido a esa historia: allí se halló el complejo de producción de vino más antiguo conocido, con prensas, tinas de fermentación y vasijas de almacenamiento que datan del 4200 a.C.

Las condiciones únicas de la cueva permitieron conservar restos de mosto, semillas e incluso ADN vegetal, dando a los científicos una oportunidad única para reconstruir cómo comenzó la domesticación de la vid.

Armenia: un tesoro genético del vino

La diversidad genética de las vides armenias es impresionante. A pesar de guerras, crisis políticas y desastres naturales, el país ha logrado mantener una enorme riqueza en variedades de uva. Recientes estudios identificaron más de 3.000 genotipos distintos, desde variedades silvestres hasta cepas cultivadas localmente.

Esto es especialmente importante por dos motivos:

*Armenia domesticó sus propias vides a partir de variedades silvestres locales, en lugar de importar especies ya cultivadas.
*Hasta hoy, sigue existiendo un intercambio genético entre vides silvestres y domesticadas, lo que ha permitido conservar una gran diversidad sin grandes interrupciones evolutivas.

Karas: el arte antiguo que sigue vigente

Los armenios llevan siglos haciendo vino con karas, enormes tinajas de barro que entierran parcial o totalmente para mantener una temperatura constante. Aunque similares a los qvevri georgianos, los karas tienen un diseño y una técnica únicos.

Lo increíble es que estas prácticas no se han perdido. Aún hoy se usan en bodegas modernas, combinando tradición con tecnología. Detalles como desinfectar las tinajas con hierbas aromáticas o sellarlas con cera de abejas muestran un conocimiento empírico profundo, anterior a cualquier laboratorio moderno.

Viñedos, monasterios y espiritualidad

Durante la Edad Media, la Iglesia Armenia tuvo un rol clave en proteger y expandir la viticultura. Casi todos los monasterios importantes contaban con sus propios viñedos y equipos para producir vino.

Para los armenios de entonces, el vino era mucho más que una bebida: era parte del rito religioso, de la medicina y de la vida cotidiana. Antiguos textos e inscripciones así lo atestiguan, describiendo desde usos litúrgicos hasta preparados medicinales hechos con hojas, raíces o jugos de uva.

Del colapso soviético a la reconstrucción moderna

El siglo XX trajo un golpe duro: con la caída de la URSS en los años 90, Armenia perdió su colección nacional de vides, que incluía más de 850 variedades cultivadas en 22 hectáreas.

Pero la historia no terminó ahí. A partir de 2016, comenzó una cuidadosa reconstrucción. Gracias a investigaciones locales e internacionales, ya se han recuperado y documentado 363 variedades autóctonas, incluidas en catálogos internacionales.

El terroir armenio: altura, volcanes y extremos

El terreno de Armenia es ideal para el cultivo de la vid. Los viñedos se ubican entre los 400 y los 2.000 metros de altura, en suelos volcánicos y bajo un clima continental extremo.

Este entorno genera uvas muy concentradas, ricas en azúcar y aromas. Perfectas tanto para tintos intensos como para blancos elegantes y duraderos. Además, usar variedades locales permite crear vinos con perfiles únicos que no se pueden replicar en ningún otro lugar del mundo.

Armenia y el futuro del vino mundial

Proteger las variedades de vid armenias no es solo un tema de patrimonio: es una apuesta estratégica. Con el cambio climático y nuevas plagas en aumento, el mundo necesita cepas más resistentes y adaptables.

Aquí es donde Armenia tiene mucho que aportar:

Algunas variedades silvestres ya muestran resistencia natural a enfermedades como el oídio.

Las vides de altura toleran bien el frío, la sequía y suelos poco fértiles.

Y muchas de sus uvas poseen perfiles aromáticos aún por explorar.

Gracias a proyectos internacionales como AEGIS (European Genebank Integrated System), estas variedades se están conservando en bancos genéticos, asegurando su legado para futuras generaciones.

Hoy, el vino armenio empieza a brillar en escenarios globales. Bodegas como Zorah, Voskevaz o Karas Wines están ganando premios y conquistando paladares fuera del país.

Quienes buscan autenticidad, historia y sabor encuentran en el vino armenio algo muy especial: una bebida con alma, ciencia y raíces profundas en la historia humana.